El robo de ganado, un mal innecesario

El robo de ganado, un mal innecesario

El robo de ganado, un mal innecesario

 

Fernando R. Funes Monzote

Agricultor, investigador y consultor

Proyecto agroecológico Finca Marta

 

El hurto y sacrificio ilegal de ganado mayor, es uno de los problemas más graves que aqueja a la agricultura cubana en toda la geografía nacional. Durante las últimas décadas este fenómeno ha estado entre los principales desvelos de los agricultores en Cuba y es una de las causas fundamentales de la depresión ganadera en el país.

Este tema requiere una decidida acción dirigida y articulada para garantizar la tranquilidad en el campo y reducir el efecto negativo en la economía de la nación. La intención de este artículo es denunciar una lacra que nos corroe, con la que hay que acabar, a través de medidas urgentes para frenar entre todos este mal innecesario.

 

El pasado domingo 17 de mayo, día del campesino cubano, entre las cuatro y las cinco de la tarde, nos robaron dos de nuestras vacas. Estaban recién paridas: Mariposa con nueve días y Martica con ocho. Las habíamos cuidado con celo, incluso en los momentos más difíciles de la seca las mantuvimos bien alimentadas y en buen estado físico para el parto. Nos dejaron a los terneritos, que no paran de berrear, llamando a sus madres; ahora tendremos que alimentarlos de la manera que podamos.

La leche de nuestras vacas la utilizamos para el autoconsumo, para desayunar y poder enfrentar la intensa labor del día. El excedente lo hacemos queso o alimenta a las familias de los miembros del equipo. No somos altos productores de leche porque la finca tiene solo 8 hectáreas, de las cuales una buena parte está sembrada de hortalizas y árboles, pero sí tenemos leche todo el año pues solemos mantener cinco vacas, además de bueyes, novillos y terneros. Con el estiércol producimos biogás que utilizamos permanentemente para la cocción, y vendemos anualmente entre dos y cuatro animales a la Empresa estatal encargada de las compras de ganado.

No es la primera vez que nos roban ganado, ya esta es la tercera ocasión que sustraen animales de la finca. Así hemos perdido cuatro vacas, una novilla y una ternerita de apenas un mes de nacida. El robo de ganado es como una plaga, como un cáncer que desgasta al campo cubano. Crea desaliento, desidia y malestar en el campesinado, que se siente desmoralizado y desprotegido.

Desde que nos percatamos de la ausencia de las vacas, diez hombres hemos destinado dos días con sus noches a buscar en los montes cualquier rastro de los animales o de los responsables del hecho, pero no hemos tenido éxito.

En nuestros alrededores el panorama es aterrador. Tal vez esta palabra suene exagerada, pero me asiste la razón si se considera, por ejemplo, que a Tato, un vecino de la comunidad, le han robado en los últimos años 62 vacunos y 2 equinos, y que a Machadito lo han despojado poco a poco de absolutamente todos sus animales. Le han robado toros, vacas, bueyes… “el acabose”, como él mismo define, “se ha perdido el respeto a la ley y los bandidos están a manga por hombro”.

Y en lo que va de año, solo en el entorno más cercano, es sabido que:

  • A Torres, que vive frente a la escuelita, en menos de un mes le sustrajeron del corral cuatro vacas.
  • A Leoncito de Banes le llevaron la yunta de bueyes y una novilla.
  • A nuestra vecina Sara hace unos días le robaron la yunta de bueyes y una yegua con su cría.
  • A Papito, que va a vender todas sus reses porque ya no puede con los bandidos, le robaron una vaca que estaba en los días de parir.
  • A Pedro Mirabal le mataron dos vacas dentro del corral, les cortaron las piernas y las dejaron desangrándose.
  • A Vito, el de Don Mariano, le llevaron la yunta de bueyes hace unos días.
  • A José le robaron un torete “lindísimo”, cuyos restos encontraron luego en la loma.
  • A Valiente le llevaron una novilla y quiere “quitar” los animales.
  • A Manuel le robaron la yegua.
  • A Arzola le sustrajeron la ternera del corral.

Los bandidos campean por su respeto y se dice que la policía les teme. Lo peor es que algunos especulan que hasta se han confabulado con los ladrones. En mis conversaciones con autoridades del municipio, me han comentado que cuando capturan a los delincuentes y los entregan a la fiscalía, en ocasiones salen absueltos por falta de pruebas, aparte de que las penas son insuficientes.

La acción de la policía tiene que ver, por una parte, con la complejidad y la profusión del problema y, por otra, con los mecanismos de actuación, que suelen ser poco efectivos. En las tres ocasiones en que nos han robado (y tomo nuestro caso particular para acercarnos a la realidad del problema, para que no se vea como una estadística abstracta sino como algo concreto), hemos hecho la denuncia en la estación de la Policía Nacional Revolucionaria, como está previsto en la ley. Allí nos entregan un certificado de hurto de ganado mayor, si no aparecen los animales, o de hurto y sacrificio, si se encuentran sus restos. Entonces los agentes de la policía vienen a la finca e indagan sobre el caso, recorren el lugar de los hechos, toman declaratoria y lo dejan como un caso abierto que debe esclarecerse o incorporarse a otros casos. Una vez trajeron a un perro rastreador que llevamos al lugar por donde supuestamente habían extraído al animal, pero no fue efectivo en seguir la pista. Ninguno de los tres casos ha sido esclarecido.

Los mataderos son lugares estratégicos, bien escondidos, donde sacrifican a los animales y preparan la carne para los compradores. También es posible encontrar restos de animales en otros sitios como un refugio o incluso en áreas cercanas a la finca, pero el procedimiento más usual es que los ladrones trasladen los animales a donde tienen la seguridad de no ser descubiertos. Aunque la gente de la zona conoce el emplazamiento de los mataderos ilegales, los usurpadores continúan delinquiendo pues la mayoría de las veces no se puede probar el robo o se las agencian para escabullirse.

Por otra parte, existe demanda de carne de res y gran cantidad de personas están dispuestas a receptarla con el objetivo de alimentar a su familia. Incluso los habitantes de pueblos y ciudades apañan a quienes se encargan de la distribución y venta de la carne, sin preocuparse por la procedencia.

 

Estadísticas

Una gran cantidad de los robos quedan en el anonimato, muchas personas han dejado de hacer la denuncia porque “es un proceso tedioso, hay que dedicarle el día y al final no se resuelve nada”.

Para tener alguna referencia, hago una búsqueda muy rápida en internet y encuentro en el periódico Granma del 13 de julio de 2015 un artículo que describe los debates de la Comisión Agroalimentaria del Parlamento: “…durante el primer semestre de 2015 el hurto y sacrificio de ganado mayor disminuyó en 1 728 cabezas, tomando como referencia igual período del calendario precedente, y las únicas provincias que no se montan en el ‘tren’ nacional tendente al decrecimiento son Cienfuegos, Pinar del Río, La Habana y Guantánamo; no obstante los esfuerzos, este delito requiere de mayor integración de los diferentes actores que deben accionar en su detección y prevención, y del rechazo enérgico de la población, consta en el informe”.

Luego de esa fecha no hallé en internet ninguna estadística oficial sobre el hurto y sacrificio ilegal de ganado mayor. Sí aparecen noticias de medios alternativos denunciando la situación en lugares específicos de la Isla y recientemente una noticia en Radio Reloj sobre la situación de este problema en la provincia de Camagüey. Probablemente la Oficina Nacional de Estadísticas e Información maneje estas cifras, pero hace falta más transparencia para tener una mejor percepción de la magnitud social y económica de este fenómeno.

 

¿Cómo funciona el sistema?

Es necesario describir, para quienes no conocen, los pormenores de esta actividad ilegal. Se trata de un sistema bastante bien organizado y jerarquizado en el que todos “ganan”, menos el agricultor, que a veces también gana (si está confabulado con los malhechores), pero que en su mayoría es quien queda desamparado, maltratado y desalentado. En este sistema pueden identificarse cinco actores:

El campesino: cría el animal, lo cuida con los medios de que dispone, hasta el momento en que es víctima del robo. Puede darse el caso, poco común, que el agricultor, guiado por motivos económicos o sociales de diverso tipo, le entregue el animal ilegalmente a un comprador que no es el estado. En este caso es aún más raro que un campesino le entregue a un matarife una vaca recién parida, una novilla próxima al parto, un buey que descompleta una yunta u otros animales de mucho valor utilitario o sentimental.

Los entregadores: son personas experimentadas, generalmente hombres jóvenes que conocen muy bien la zona, los montes, cada atajo y cada cañada. Puede ser gente muy cercana al lugar del robo y que tiene vínculos con los ladrones o con los compradores. El entregador ofrece solamente la información de dónde actuar o puede también llevar los animales hasta un lugar determinado. Estas personas suelen conocer la dinámica de la finca y propician el golpe en el momento preciso.

Los ladrones-matarifes: están entrenados en robar y matar, ejecutan la parte más sucia y cruel de la cadena. No tienen escrúpulos y están decididos a todo. Es cada vez más común que actúen a pleno día, incluso bajo intimidación, y se sientan impunes.

Los compradores-vendedores: son gente “de dinero”, que tiene recursos para pagar la carne al contado y almacenarla. Son quienes incitan e incluso organizan a los entregadores y a los ladrones-matarifes. Además cuentan con medios de transporte y los indispensables vínculos con los consumidores.

Los consumidores o consumidores-vendedores: pueden ser gente local, pero generalmente son personas de otros lugares, que están pendientes al llamado de disponibilidad de carne de res, que emplean para el consumo propio o para la venta a terceros.

 

Componente productivo y social

El animal que debe ser encerrado por la noche para cuidarlo de los bandoleros, no pasta la mitad del día. Generalmente está confinado de 7:00 pm a 7:00 am en cuadras o vaquerías improvisadas sin condiciones materiales. En vez de pastar en la madrugada, con las temperaturas más frescas del día, pastan en las horas más calurosas, enfrentándose al estrés calórico y la inapetencia. Por demás, en potreros que estén cerca, pues el agricultor-ganadero está haciendo otras labores y además debe velar por las vacas. Esto trae como consecuencia que, cuando está disponible, haya que cortar forrajes para que los animales coman en horas nocturnas. En la época de primavera, cuando hay buen crecimiento del pasto que los animales podrían aprovechar, este se pasa de su tiempo de consumo y reduce su calidad.

Etológicamente los vacunos tienen tres actividades fundamentales: pastar, descansar y rumiar. Estas actividades se distribuyen en una tercera parte del día, es decir, ocho horas para cada actividad de manera alterna. Quiere decir que durante el día el animal también descansa y rumia, lo cual reduce aún más el tiempo de pastoreo. Podría estimarse que solo por este motivo se esté perdiendo al menos un 30 % de la producción total de leche a nivel nacional que no tiene que ver ni con el potencial genético del ganado, lo cual totalizaría unos 100 millones de litros de leche. Por otra parte, la imposibilidad de realizar pastoreos adecuados y un manejo racional de los pastos, y a causa del abandono de potreros con aroma y marabú (no solamente por la infestación sino por la inseguridad de tener los animales en tales áreas), tal vez se esté perdiendo ente el 20 y el 40% de las áreas de pastoreo disponibles.

Por eso, cuando hablamos de la repercusión que tiene la inseguridad a la que se ven sometidos los agricultores y ganaderos a través de todo el país respecto a la cría de ganado, debemos mencionar este impacto negativo en el adecuado uso del suelo agrícola para la producción y utilización de los pastos y forrajes. Por otra parte, y no menos importante, se percibe que muchas de las personas que se dedican al robo de ganado son jóvenes y tiende a ser una vía de reclutar a otros que ven en la actividad una opción lucrativa. De estos temas, como de los demás anteriormente tratados y otros conexos, podría profundizarse aún más en el análisis, pero avancemos en la propuesta de alternativas o soluciones.

 

Soluciones viables

No hay duda de que hay campesinos valientes para armar cuadrillas contra los bandidos, pero dejarían de trabajar la tierra, se formarían bandas y habría enfrentamientos hasta la muerte. Ya este método se ha probado y no ha funcionado, incluso el gobierno y la policía los han desestimado anteriormente. Habría injusticias porque no siempre puede esclarecerse un hecho con facilidad y tomarse la ley por cuenta propia no es una alternativa. Hay quien está decidido a matar a quien venga a robar su ganado que tanto sacrificio le he costado, sin embargo, esto genera una espiral de violencia.

Serían muchas las medidas aisladas que se podrían tomar, pero problemas complejos como este requieren respuestas integrales. Hay que pensar que las soluciones viables vienen de esa conexión entre el pasto que crece en nuestros campos y el plato del consumidor final. Con esto quiero decir que será necesario acabar de considerar la carne de res como un producto del agro al cual deberíamos tener acceso directo a través de las redes de producción y comercialización regulares. O sea, legalizar el sacrificio y comercialización de ganado vacuno. El ganadero debe tener el derecho de consumir y comercializar la carne de res que produce, sometida a los mismos procedimientos sanitarios de las de otros animales productivos. Puede ser incluso después de cumplir los compromisos de entrega para propósitos sociales subsidiados u otras condiciones, pero la carne de res debe tener precios de mercado y formas de comercialización descentralizada.

Con esto no se eliminará completamente el robo y la matanza ilegal, porque también existe robo de ganado menor, como cerdos, carneros, chivos, etc., pero sí se garantizaría:

  • El estímulo del ganadero de poder acceder directamente al producto de su trabajo de manera legal.
  • El acceso de los consumidores a un alimento de gran demanda y valioso en las dietas altas en proteína animal.
  • El desaliento y la desarticulación de las bandas de matarifes, que en algunos casos podrían incorporarse a la comercialización y venta de ganado de manera regulada.
  • El incremento del uso de los pastos, el estímulo a la limpieza de potreros invadidos de aroma y marabú y el aumento de la producción ganadera en su totalidad.
  • El incremento de los indicadores productivos y reproductivos en función de las cuotas de ventas al mercado.
  • El aumento del empleo, producto de un mayor rendimiento por área y el incremento de las labores en la ganadería.

Otros muchos beneficios, como también perjuicios emergerán de una medida como esta. Nuevos retos organizativos y económicos devendrán de las medidas y los procedimientos relacionados con la legalización del sacrificio y venta de ganado vacuno de manera descentralizada.

Evidentemente la estrategia seguida en el sentido de controlar el hurto y sacrificio ilegal de ganado mayor no ha dado resultado por la gravedad del asunto que enfrentamos y el efecto multiplicador negativo que provoca.

Está claro que no será mágico, y que deberán hacerse esfuerzos extraordinarios para llegar a este ideal, pero no cabe dudas que el trabajo, la dedicación y medidas políticas y económicas más audaces y atinadas socialmente, serán aquellas que propiciarán mayor éxito en lograr la tranquilidad, incrementos en la producción agropecuaria, el bienestar y la justicia social a que aspiramos.

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