Mujer

Mujer
Antes de nacer, ya sabían que ibas a ser niña. Por saberte niña ya se preparaba un ajuar color rosado. Había muchos pensamientos predefinidos de tus padres, tíos, abuelos, de amigos y conocidos.
Y naciste niña, femenina de sexo y, por supuesto aún no sabías comportarte como tal. Se presuponía lo que debería considerarse para una educación femenina. Te pusieron un lacito en la cabeza y te molestaba… hasta que alguien se dio cuenta y te lo quitó.
En la familia todos te protegían de los peligros, más que a tu hermanito o que a tu primito. Ya desde muy pequeña solías estar en desventaja. En las fiestas, a la hora de la piñata recibiste un empujón o un manotazo buscando caramelos en el piso. Aunque lo intentaste no pudiste coger ninguno. Tal vez tuviste suerte y un niño vino y te dio de los de él.
Llegó la primaria, donde hiciste la fila de las hembras para el matutino y para la merienda. Eras aplicada como casi todas las niñas y como siempre más inteligente que los varones… sacaste mejores notas que ellos. Te sorprendiste cuando le dijeron hembrita a un niño por ser más débil que los demás y ya entendiste que ser femenina y de buenos modales te hacía atractiva, si eras bonita más aún y si eras coqueta los varones te caerían atrás.
Pero era solo el comienzo… con el tiempo tuviste más experiencias que conformaron tu carácter. Ibas poco a poco descubriendo todo un mundo dentro y otro fuera de ti. Comenzaste a tener responsabilidades en el hogar, casi siempre en labores domésticas.
Tu anatomía cambiaba y sentías que tu cuerpo te pertenecía y podías decidir sobre él. Te entregaste a la vida y supiste lo que era el placer de los sentimientos y la espiritualidad… pero no faltaron obstáculos, los complejos, las humillaciones, las decepciones, grandes logros y retos inalcanzables solo por el hecho de ser más frágil.
Te sobrepusiste y lo alcanzaste, llegaste a la plenitud en que no importa el qué dirán ni el qué dijeron. Cuando muchos creían que no eras capaz, por tus propios esfuerzos y méritos llegaste a la cima, demostraste que sí podías y aun así no te sentiste satisfecha al conocer la historia triste de una amiga sumisa, despreciada, subvalorada y subyugada.
Cuando menos lo imaginabas descubriste el amor, aquel que no se pide ni se exige, sino que entra por los poros y te envuelve en un limbo que no te deja saber ni dónde estás, que te lleva a la entrega infinita y la creación plena.
Encontraste a la pareja que te merece, te valora y se desvive por ti. Hiciste la familia que quisiste al fragor del día a día. Supiste que en el camino te fuiste haciendo la mujer que ya eres, con todas las letras y todo el coraje para crecerte, hacer lo imposible, luchar por quienes amas y entregarte a las causas en que crees.
Mujer, te admiro y te respeto desde lo más profundo de mi ser.